ESPECIAL

14/12/2020

Por: Sergio Rosas Romero

El México de hoy en día parece inmerso en una espiral de violencia desgarradora. La cineasta Fernanda Valadez, consciente de esta realidad, se pregunta en su primer largometraje cómo abordar el horror al tiempo que exalta la persistencia y esperanza de una madre en busca de su hijo.

¿Qué mueve o impulsa a una artista a trabajar, representar o producir algo en el mundo? Si bien esta pregunta tiene potencialmente una infinidad de respuestas, la cineasta Fernanda Valadez (Guanajuato, 1981) tiene clara su postura. “Hago películas que levanten preguntas que importan”, afirma la mexicana con seriedad, esa seriedad típica en los artistas que están convencidos de que su trabajo es fundamental en los tiempos convulsos que corren. Por supuesto, Valadez hizo un largometraje que levanta preguntas, que manifiesta dilemas y que se ha llevado varios galardones por el camino: “Sin señas particulares”.

La película, dirigida por Valadez, pero escrita y producida hombro a hombro con Astrid Rondero, cuenta la historia de Magdalena (Mercedes Hernández), una madre que decide buscar a su hijo cuando ha perdido todo contacto con él después de que este se marchara hacia la frontera para cruzar ilegalmente a Estados Unidos y poder trabajar allí. Aunque a primera vista esta podría ser una película sobre las duras travesías de los migrantes a Estados Unidos, repletas de todo tipo de agravios antes y después de cruzar la frontera (con o sin muro), “Sin señas particulares” pone el foco en esas violencias que justamente ocurren del lado mexicano del mapa. ¿Qué pasa cuando ha desaparecido un hijo? ¿Qué significa someterse ante la indiferencia y la frialdad de los funcionarios de un Estado indolente y sobrepasado por la violencia? ¿Cómo buscar a un ser querido en un territorio dominado por el narco, los extorsionistas y una población atemorizada? ¿Cómo hacer entender que tu desaparecido no es solo un número más a lo largo de una interminable lista de ausencias? En medio de estas preguntas se desarrolla la búsqueda de Magdalena, encarnada magistralmente por Mercedes Hernández, quien ya había trabajado con Valadez en un cortometraje anterior.

Magdalena (Mercedes Hernández) busca a su hijo desaparecido.

En medio de su búsqueda, Magdalena entiende que la violencia contemporánea en México ha calado en la gente: muchos se niegan a hablar con ella; otros ignoran el tema o se han cansado de luchar contra la corriente, ya sea contra un Estado sordo o contra los fusiles de los narcos y muchos otros callan por miedo a que peligren sus vidas. No todos han caído en la apatía: Magdalena encontrará aliados y compañeros que simpatizarán con ella y le ayudarán. Si bien la trama tiene una potencia narrativa altísima, vale la pena destacar el impecable trabajo de fotografía (un México norteño árido, seco, con casas viejas más parecidos a cuarteles en medio de una guerra sin fin) y el uso de lentes que deliberadamente difuminan ciertas imágenes para plasmar en la pantalla metáforas visuales contundentes. Con relación a esto último, es inevitable no recordar la escena en que Miguel (David Illescas), un joven mexicano que regresa de Estados Unidos y termina ayudando a Magdalena con su búsqueda, sale del control fronterizo mexicano en medio de la noche y el lente de la cámara difumina los cientos de luces de los vehículos que hacen fila para pasar a territorio norteamericano; el juego con el lente convierte esas luces en una marea roja que envuelve a Miguel y que connota una travesía por el infierno.

El largometraje ha cosechado importantes premios en este 2020 tan convulso para la industria cinematográfica. El estreno mundial de la película ocurrió en el Festival de Sundance, a comienzos de año, donde se llevó dos galardones: el de la audiencia en la categoría de Drama y el del jurado al Mejor Guion. Luego, en septiembre, “Sin señas particulares” se presentó en el Festival de Cine de San Sebastián y ganó en la categoría en la que participó, “Horizontes Latinos”. Dicho premio guarda una importancia singular, pues la categoría ha sido una vitrina del cine latinoamericano en España y Europa, lo que significa que la película recibirá un empujón importante en términos de distribución en el ámbito español.

Esta recogida de frutos llega después de años de trabajo. Fernanda Valadez y Astrid Rondero comenzaron este proyecto cinematográfico en 2012, año en que decenas de cuerpos sin vida fueron encontrados a lo largo y ancho del territorio de Tamaulipas. Impactadas por dicho horror, pero también inspiradas en la búsqueda de cientos de madres para encontrar a sus hijos dentro de las listas de cuerpos encontrados, Valadez y Rondero comenzaron a trabajar en el guion.

Fernanda Valadez con el premio Horizontes Latinos 2020

Ya con la historia clara, el equipo de Valadez entró en ese laberinto largo y extenuante para todo proyecto cinematográfico que es conseguir la financiación tanto del rodaje como de la postproducción. La directora advierte que podría hablar del tema de la financiación por un buen rato, pero lo resume de esta manera: la película se financió a partir de tres grandes fuentes, 1) con un fondo público en México, Foprocine, que justo el año en que “Sin señas particulares” se lo ganó salió con la mitad de los fondos con que normalmente premia a los ganadores; 2) con un fondo privado empresarial, Eficine, que le permite a las empresas destinar el pago de una parte de sus impuestos a la financiación de una película (aunque por temor a represalias suelen huirle a los filmes centrados en problemáticas de víctimas del narco) y 3) con el premio de “Cine en construcción” del Festival de Cine de San Sebastián en 2019.

Valadez explica que este último premio es bastante importante para los cineastas independientes como ella y Ronderos, pues consiste en que un jurado ve proyectos de películas aún sin terminar (falta ajustar el sonido, la música, la edición, etc.) y selecciona un ganador que recibe un alto monto destinado exclusivamente a terminar de pulir la película. Ganarlo también significa participar en la siguiente edición del Festival de San Sebastián y eso genera un vínculo bastante importante entre el certamen y los realizadores, tal como demostró Valadez con su película: un año después de haber terminado la post-producción con el dinero de “Cine en construcción” ganó en “Horizontes latinos”.

Lamentablemente no todo son noticias buenas en términos de los fondos de producción, sobre todo en los contextos latinoamericanos. Valadez lamenta que “ese fondo que fue tan importante en México y sin censuras, Foprocine, murió en abril de este año. Entonces ahora nos quedamos solo con el Eficine y eso significa que películas como esta van a tener muchísimas dificultades para poderse filmar” 7:41-08:04.

Después de todos esos ires y venires que entraña la producción, grabación y post-pruducción de una película, Valadez mira el camino recorrido y concluye que, muy temprano en el proceso creativo, hubo una pregunta que funcionó como el motor de realización del filme. Una pregunta filosófica capaz de meterse en esa red tan compleja e intrincada que es la sociedad mexicana y, por qué no, cualquier sociedad. Una pregunta que impulsó y motivó a Valadez a terminar el proyecto. Tal como explica la directora, “desde ese primer momento sí teníamos muy clara la pregunta: ¿Cómo una persona puede transitar entre víctima y victimario? ¿Qué es lo que nos lleva a cometer actos de extrema violencia? Esa es la pregunta que anima esta película. Y no tengo respuestas claras”.

Lo que dice Valadez se evidencia con claridad en “Sin señas particulares”. Los espectadores atraviesan la historia de la mano de Magdalena y eso no solamente genera empatía con la protagonista (la desesperación y dolor por no encontrar a un ser querido) sino que también produce un constante estado de confusión y cuestionamiento. La violencia desmedida del narco mexicano se suma a la violencia estructural de un Estado que no puede proteger a su población, ni asegurar la soberanía sobre todo el territorio nacional, ni acompañar a las víctimas en su dolor de una manera cercana, humana. Porque sin duda uno de los temas centrales en el largometraje mexicano es el nivel de deshumanización que puede encarnar un funcionario acostumbrado a contar cadáveres como se cuentan edificios. En una escena temprana de la película, Magdalena y una amiga tienen que buscar a sus hijos en un libro de fotos gigantesco. Mientras pasan decenas de páginas con imágenes de cuerpos abaleados y ensangrentados, el funcionario las apura porque “no tiene todo el día” y hay muchas otras como ellas esperando a ser atendidas. Ese distanciamiento entre los trabajadores del Estado y las víctimas queda retratado con bastante dureza en el filme y puede considerarse como uno de los grandes logros de “Sin señas particulares”.

También, la película escarba en esa transición que, de un momento a otro, nos lleva de ser víctimas o convertirnos en victimarios. “Sin señas particulares”, por fortuna, no es moralista en ese sentido sino todo lo contrario: transgrede la moral y enfrenta al espectador a una historia que le va a hacer preguntarse por los motivos y las presiones que pueden llevar a alguien a ejercer la violencia. Valadez sabe muy bien que los límites morales ni están escritos en piedra ni son tan fácilmente discernibles cuando se piensa en un contexto fuertemente marcado por el horror y el olvido estatal. Una vez más, Valadez reflexiona sobre esos límites de lo humano y sus posibles explicaciones: “¿Por qué el ser humano es capaz de arremeter contra su semejante? Eso es una pregunta que nos hemos hecho por milenios y una respuesta a lo mejor muy cliché es: porque puede, pero también porque puede no hacerlo. En eso se va la humanidad”.

Resulta significativo que la directora recurra una y otra vez a la palabra humanidad para hablar de la historia de “Sin señas particulares”. Importa porque, en efecto, la película puede verse bajo un lente humanista: al sumergirnos en su historia los espectadores nos preguntamos de todo lo que es capaz de hacer (o no) un ser humano. Somos capaces de dejarlo todo por encontrar a un ser querido, pero también somos capaces de empuñar un arma y aumentar el desmedido caudal del río de la violencia.

Aunque indaga en el horror, la película de Valadez no es pesimista. En este México hay cuerpos mutilados y sin vida desperdigados por el territorio, pero cuando Magdalena lo atraviesa en medio de su periplo no solo encuentra horror y muerte sino ayuda, solidaridad y apoyo en conocidos y extraños. Todo el horror y toda la compasión caben en México.